Medardo Fraile
Palencia, Menos cuarto, 212, págs. 273
Llegada la noticia de la reciente muerte de Medardo Fraile (Madrid 1925 -
Glasgow 2013),
merece la pena la reseña sobre su única novela. Y es que, Fraile, perteneció a
un grupo de escritores, denominados entre otros títulos con el de generación de
los "niños de la guerra", de la que era hasta ahora, uno de los pocos
supervivientes.
Aunque conocido por sus cuentos principalmente, tiene una
abundante producción literaria en ensayos, artículos y crítica, ya que no hay
que olvidar que es profesor de la Universidad de Glasgow
Laberinto
de fortuna es su única novela, escrita en 1982 y como él mismo explica en la
nota que precede al relato, no consiguió ganar ninguno de los dos conocidos
premios a los que se presentó (uno era el Nadal). Fue editada de un modo
nefasto en 1986, sin pena ni gozo, olvidada y reeditada en Venezuela en 2008.
Ahora, por fin, se vuelve a dar a conocer en España en una edición digna.
La novela
tiene un tema, la infancia y, un protagonista, Manuel. El niño rubio y querido
por todos, está muy bien retratado tanto en lo físico y ornamental, como en el
espíritu, en su mundo interior, en su inocencia. Es un niño de clase media
baja, de la época: con una vida dura, pero regalada, sumiso, pero con soberbia
infantil, con reacciones ocurrentes y ganas de descubrir el mundo que le rodea;
observa las cosas, las describe a su modo, toma partido, pero todo muy
interiormente.
Alrededor
de Manuel, todo un mundo variopinto, de ricos, pero sobre todo de gente del
pueblo, de arriba y de abajo y que va desde la madre enferma y postrada
habitualmente en cama, al padre, bueno y pulcramente vicioso, y luego una
retahíla de familiares más o menos cercanos, y la señorona que no podía faltar,
entre los que el niño siempre es el centro. Esta profusión de personajes
dificulta el relato porque no es siempre fácil establecer la relación para
identificarlos.
La acción transcurre en los inicios del siglo XX madrileño.
La época la centra el célebre incendio del Teatro Novedades el domingo 23 de
septiembre de 1928, del que se da noticia porque nuestros personajes tenían
previsto ir ese día, aunque luego se truncó casualmente. Tiene una escena
gloriosa y es la verbena en el Manzanares, que constituye un relato
costumbrista de calidad. Y junto a estos episodios puntuales están las calles,
los barrios, los tranvías, la vida vecinal, los personajes diarios que le
transmiten encanto a la novela. Es una lectura agradable, tranquilizadora que
deja muy buen sabor.
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