Dolores Redondo
Destino, Barcelona, 2013,
Págs. 432
Una nueva novela
policiaca, y en este caso de una autora española. Bien escrita, bien resuelta,
con arranque, con un buen desarrollo que va aumentando en tensión y con un
final coherente. La escritora ha sabido seguir las pistas clásicas de toda
buena novela policíaca y ha dado en el clavo, resultando un excelente relato.
Es el primer caso de lo
que Dolores Redondo llama trilogía del Baztán, valle navarro en el que
transcurre la acción. Esta primera novela, dedica bastante espacio a perfilar
la personalidad y la historia de la inspectora Amaia Salazar, natural de
Elizondo, donde suceden los hechos. Es una historia traumática, que la acompaña
y que en algunos momentos condiciona la acción policial, pero que influye menos
que lo que el lector cree en el desarrollo final. La ambientación y la
descripción de lugares, tanto urbanos, como naturales es muy buena y bien
trabajada.
Su originalidad estriba
en que sabe mezclar la investigación con el relato de elementos de la mitología
de aquellas tierras, leyendas que se han ido transmitiendo de unos a otros y
que según la autora están muy arraigados en el pueblo. En este sentido no es
fácil sustraerse a que Dolores Redondo dejándose arrastrar por algo muy actual,
quiera hacernos pensar que el pensamiento mágico antiguo común a todas las
regiones dominadas por una naturaleza salvaje es algo real y que sigue estando
presente: es la pretensión de recuperación de lo legendario como parte de la
identidad cultural de un pueblo. Pero prescindiendo de este detalle, el resto
de la novela es impecable.
El caso es aparentemente
sencillo: junto al cauce del río Baztán aparece el cuerpo desnudo de una
adolescente con unas características similares a las de un asesinato ocurrido hace
un mes. La inspectora de la sección de homicidios de la Policía Foral, Amaia
Salazar, dirige la investigación.
Amaia se traslada a
Elizondo, acompañada de James, su marido, escultor norteamericano enamorado de
Pamplona, y de sus ayudantes, el inspector Montes, que pasa por una crisis
personal profunda y que reacciona con recelo al no darle el mando de la
investigación y el subinspector Jonan, un joven policía, arqueólogo y
antropólogo, el personaje quizá menos logrado de la novela.
En la narración se va alternando
la investigación del caso con los complicados problemas familiares que Amaia
que se van desvelando poco a poco.
La violencia propia de
toda novela del género está bien tratada; en algunos momentos las descripciones
sexuales pueden ser un poco duras, pero están tratadas con delicadeza y
sensibilidad.
En resumen una buena
novela de una autora que deseamos que se consolide en las próximas entregas.
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