Bret
Harte
Alba
clásica, Barcelona, 2017, Págs. 311. Trad. Concha Cardeñoso Sáenz de Miera,
Miguel
Temprano García.
Conjunto
de quince cuentos y uno nuevo editado a modo de Apéndice, Los Argonautas del
49, con todo el sabor de la época en que se escribieron, los años finales del
siglo XIX, entre 1860 y 1896
La
mayor parte de ellos están ambientados en California, que en aquellos momentos
era todavía un lugar extraño, a donde llegaban aventureros desde Europa en
busca de fortuna o huyendo de la ley. Era el Lejano Oeste, observado con
curiosidad y en parte admiración, por los educados habitantes del Este.
Brett
Harte, llamado “Dickens de los pioneros”, nació
en Nueva York en 1836, de una familia acomodada, y a los 17 años se trasladó a
California donde hizo diversos trabajos, incluido el de buscador de oro. Pronto
consiguió su sueño de dedicarse a escribir, ambientando la mayoría de sus
cuentos en las tierras del Lejano Oeste que conocía bien. Más tarde, se
trasladó a la costa Este donde tuvo mucho éxito, pero al final empezaron a
escasearle los recursos y la inspiración y consiguió trasladarse a Europa con
un cargo del gobierno, muriendo en Inglaterra.
En estos relatos, Harte da forma a personajes y situaciones que
luego se convertirán en estereotipos que se repetirán hasta la saciedad en
novelas y películas. Sus historias
están protagonizadas por un conjunto de hombres rudos que se enfrentaban a las
dificultades con valentía, pues era cuestión de supervivencia. Pasaron de las
tiendas de lona, puestas en cualquier sitio, al lado de un río o junto a un
filón de oro, a construir pequeños poblados, en medio de lugares desérticos.
Los
protagonistas son estos hombres, aunque también hay algunos más finos, más educados,
pero son la excepción. Sin embargo, debajo de esa capa de dureza se esconde un
corazón humano, un corazón de niño, capaz de enternecerse. Este es el caso de
un cuento singular, La suerte de Roaring Camp, que le dio una gran fama, donde
en la pequeña reunión humana del campamento, donde solo viven hombres y una
mujer, nace un niño, al que van a llamar Suerte, pero muere la madre y se va a
encargar uno de sus habitantes de cuidarle, con la ayuda de todos.
Tampoco
faltan relatos de los misioneros de aquellas tierras, como el de La leyenda del
Monte del diablo, que un religioso, sufre terribles tentaciones del diablo, o
de amistad como El socio de Tennessee.
El
estilo es decimonónico, culto, brillante. Es un texto muy pulcro donde están
medidas todas las palabras y no hay extremismos ni estridencias. Las
situaciones más sórdidas y duras están descritas de una manera relajante que
informa al lector sin dejarle un mal gusto. Aquí no hay nada parecido a lo
turbio, ni descrito con morbo. Tampoco está ausente en medio de las calamidades
los sucesos cómicos y los mismos nombres de los personajes ya incitan a leer
con una sonrisa en los labios.
Es
una lectura de un clásico, que no pasa de moda, a pesar de su estilo y que sin
que tenga ninguna pretensión moral sabe dar lecciones éticas.