Leire
Quintana.
Maeva,
Madrid, 2016. Págs. 263. Prólogo de Espido Freire
Los
relatos testimoniales son como los hermanos pequeños de las memorias. Más
breves, más centrados en un momento decisivo y seguramente, con un deseo de
animar, ayudar, hacer ver que se pueden superar casi todos los momentos y pruebas de esta vida.
Aquí
nos encontramos con un testimonio muy original. La autora, Leire Quintana, va a
contar en doce capítulos y una coda su experiencia en un monasterio, seguramente
benedictino en Galicia, donde ha ido a
compartir la vida monástica plenamente, abandonando una situación profesional
holgada, para recuperar el control y el sentido de su vida. Llega allí se lee
en el prólogo “con un dolor interno considerable, con la inteligencia
convertida en una enemiga y un hueco en el lugar donde antes estuvo el corazón”.
Como todo testimonio el relato acaba con el éxito de la experiencia. El
abandono del Monasterio, se debe a descubrir que no era esa la vida que Dios
podía esperar de ella, pero sí que era necesario que se sometiera a esa
inmersión de varios años para descubrir un rumbo perdido en la vida y en la
búsqueda de la felicidad.
Cada
uno de los capítulos consta de dos partes: una profunda entrevista con la madre
abadesa, Marie, y un diario narrando los acontecimientos sencillos de cada día.
El primer núcleo es muy de fondo y contiene consejos sabios y acertados e
incita a plantearse cuestiones válidas también para el hombre de la calle. La
segunda parte, el diario, que lo escribe por sugerencia de la Madre Marie, es
desigual, pero ayuda a descubrir la riqueza de una vida sencilla, sin grandes
complicaciones y aprender a descubrir el encanto que tienen las cosas más
insignificantes de la vida.
Sus
fuentes son autores como los Padres del desierto, el maestro Eckhart y sobre
todo san Bernardo, siempre con un fondo benedictino; pero a la vez introduce
"recetillas" de algunos libros de autoayuda norteamericanos de los
que extrae consejos prudenciales muy de sentido común. El adobo de muchas
frases latinas breves y muy certeras, traducidas al castellano le da una nota
de cultismo. Lo más asombroso es que el libro engancha, lleva a sonreír, a
aceptar muchas de las cosas que se explican y a sentir un cierto sosiego
interior con su lectura. A la vez, como se centra mucho en la vida ordinaria
del convento, se hace el descubrimiento de cómo esas monjas de clausura,
encerradas tras unos muros, siguen siendo muy femeninas y humanas y con una
vida llena de plenitud y felicidad. Si pensamos que el libro se va a centrar en
lo religioso, estamos muy equivocados, es más, a alguien le podrá parecer que
se habla poco de Dios, que es todo demasiado humano, pero si mira más en
profundidad descubrirá un sentido religioso en todo lo que se describe.
El
relato está bien escrito, es ameno y gustará a todos los que con un mínimo de
sensibilidad sepan apreciar un relato sencillo que hace pensar y que no intenta
moralizar ni convertir a nadie, en ningún momento