Galaxia Gutenberg,
Barcelona 2013. Págs 679, TO: Istanbul
bir Masaldi, Trad: Pablo Moreno
Esta es la primera obra que se publica en castellano de Mario Levi
(Estambul 1957), novelista turco y profesor de literatura de la Universidad de
Estambul. Aunque se considere turco de pies a cabeza, es descendiente de judíos
sefardíes, a los que tiene gran admiración y muestra de ellos es que aprendió
el ladino de labios de su abuela e hizo un viaje a España (Sefarad) para
hacerse una idea más exacta del lugar de origen de sus ancestros. No es de
extrañar que defienda que la lengua es la auténtica patria del hombre, ya que
en el fondo la lengua y lo que transmite es lo que ha mantenido unido al pueblo
judío en su larga y penosa historia a través de casi dos milenios.
La novela es del género de las sagas familiares, en este
caso una familia judía de Estambul, y recorre
el período de los primeros años
de la República de Turquía, al final de la Primera Guerra Mundial hasta los
años ochenta del siglo pasado, tras el golpe militar. Es muy rica en
personajes, en total 47, que abarcan tres generaciones, de los que se puede
tener una pequeña descripción, aunque confusa, en las primeras páginas con las
que comienza el libro.
Estambul, es el telón de fondo, pero un telón que destaca
mucho y que envuelve a los personajes, ya que sus tradiciones, sus calles, sus
costumbres, los elementos religiosos cobran vida en la narración y son
absolutamente protagonistas, arrastrando al lector más allá de los personajes.
Estambul es una ciudad mágica –vertical dirá el autor- en la que se mezcla
occidente y oriente y donde cada cultura, desde la romana y el cristianismo hasta
la otomana, han ido dejando sus estratos culturales, forjando una ciudad distinta
y única. Con respecto a la comunidad judía, no hay que olvidar que a principios
del siglo XX llegaron a ser unos 120.000, por lo tanto impregnaron también de
sus costumbres y sus modos culturales y religiosos a está singular ciudad.
El relato está construido a través de pequeñas historias
relatadas con nostalgia, en las que a veces lo real y lo imaginado se confunden
pero que gracias a ellas vamos haciéndonos con la realidad de los personajes.
Este método complica la lectura y hay que pararse con frecuencia para no
perderse y saber dónde estamos. Cada anécdota, cada pequeña historia tiene
atractivo y contribuye a dar un colorido muy oriental al relato, pero, insisto,
no facilita el hacerse con la situación narrada. Es una obra importante, y
seguramente imprescindible tanto por las características del autor, como por la
forma en que está relatada y sus contenidos, pero exige que al lector le
apasione el tema, ya que si no es fácil que deserte.