Elizabeth Bowen
Impedimenta,
Madrid , 2012,
Págs. 402. TO: The death of the heart, Trad: Eduardo Berti
La muerte del corazón fue
publicada en 1938, y es la novela más conocida de Elizabeth Bowen (Dublín
1899-Hythe, Kent, 1973). Se trasladó a Inglaterra y formó parte del Círculo de
Bloomsbury, en el que militaba Virginia Woolf y su marido, Katherine Mansfield,
Bertrand Russell y Ludwig Wittgenstein, entre otros.,
La acción transcurre en Londres,
en el periodo de entreguerras y es ocasión para el estudio profundo de la
naturaleza humana y de una sociedad que está próxima a su agonía. La
protagonista es Portia Quayne, que en la novela tiene dieciséis años y es
considerada por todos todavía como una niña, sin experiencia de la vida, ni del
amor. Tras la muerte de su madre, su hermanastro Thomas se ve obligado a
acogerla en su casa para cumplir los deseos de su difunto padre. Se encontrará
con Anna, la mujer de Thomas, prototipo de mujer, vacía, egoísta, escasa de
sentimientos, vanidosa, superficial e incapaz de entender a nadie y no ver a
las personas excepto desde la utilidad que le reportan vanidosamente. El choque
emocional de Portia, acostumbrada al cariño de su madre, es grande y pronto se
da cuenta de la falsedad de Anna y de la poca fuerza moral de Thomas. Portia se
encuentra sola y en esta situación se une a la criada de la casa en la que
encuentra el cariño y la comprensión que busca y más tarde con Eddie, curioso
personaje, joven y extraño amigo de Anna, del que se enamora.
Esta dividida en tres partes, “El
Mundo”, “La Carne” y “El Diablo”, marcando el itinerario porque el que pasa Portia.
Es una novela en la que el mundo interior de los personajes cobra una
importancia muy grande y aquí radica la maestría de Bowen, porque realiza unos
retratos coherentes de sus reacciones, de sus puntos de inflexión, de sus
defectos, del egoísmo tan arraigado cuando no se le pone freno… Tanta
importancia tienen los personajes principales, como los secundarios, todos son
una miniatura interior perfectamente dibujada. La novela, aunque sea lenta y se
recree en muchas escenas y descripciones, no se hace pesada ni farragosa, todo
lo contrario, es amena, agradable y empuja con suavidad a seguir leyendo y
llegar hasta el final. Además, como en todo relato profundamente humano hay una
cierta intriga que mantiene una sana y tranquila tensión.
Merece la
pena resaltar la forma de comenzar la novela: es la conversación confidencial,
casi de cotilleo, con que Ana se desahoga con St. Quentin, novelista y amigo, a
la orilla del lago de un parque londinense. Aquí queda ya perfectamente
retratada: atractiva y egoísta, se lamenta de los comentarios que ha leído
inmoralmente en el diario de cuñada Portia, y de como han de soportarla durante
todo un año. Y una de las frases finales de Ana, al constatar el sufrimiento de
Portia y el desentenderse de ella: “si uno tuviese que preocuparse por los
demás, se volvería loco. No sirve de nada pensar en lo que pueden sentir
otros.”
No es extraño que para muchos
haya sido considerada como una de las mejores novelas del siglo XX.