A.B.
Yehoshua
Duomo
Nefelibata, Barcelona, 213, Págs. 419 (incluyendo el glosario), TO: Ha-Me´ahev.
Trad: María Teresa Sáiz
Poco
a poco van apareciendo en España las novelas de Abraham B. Yehoshua (Jerusalem
1936) y desde la primera, Una mujer en Jerusalem, que ya sorprendió al
descubrir su grandeza literaria, se va comprobando como este autor tiene gran
capacidad de penetrar en sus personajes, haciendo unos retratos interiores y de
la tipología humana que representan, excepcionales.
Situado
entre los grandes de la literatura israelí contemporánea, con David Grossman y
Amos Oz, ha abandonado las temáticas propias del Holocausto o la Fundación para
abrir un abanico amplio de temáticas diversas, aunque muy ligadas a Israel, y
siempre con un fondo pacifista, acentuado desde el tremendo impacto que sufrió
al perder a su hijo muy joven en la guerra.
“El
amante” es la primera novela de Abraham B. Yehoshua y en ella ya aparecen
expuestos los principales temas de sus obras. El tema de fondo son las relaciones
interpersonales y concretamente la dificultad de establecer unos vínculos
auténticos y claros, hasta con las personas muy próximas o ligadas a nosotros.
Tal como lo plantea, es un problema estrechamente relacionado con el tipo de
sociedad y de cultura israelí, pero es extrapolable a otros lugares y personas.
Ambientada
en 1973, durante la guerra del Yom Kipur, la novela, se abre con un comienzo
difícil y hasta desconcertante, hasta que el lector perezosamente se adentra en
la vida de un matrimonio de clase media, pero bien acomodado. Son personajes dispares,
ya que Adam, dueño de un próspero taller mecánico en el que casi todos los
obreros son árabes, ahora en guerra con los judíos, está casado con Asya,
profesora de instituto, de Historia. A pesar de estas diferencias, que se han
ido acentuando a lo largo de los años y no haber entre ellos, ni atracción, ni
deseo, han conseguido mantenerse unidos durante veinte años, desde que se reencontraron
en la época de la Segunda Guerra Mundial y el mandato británico en Palestina,
después de años de haber coincidido en el colegio.
Dafi,
es la hija adolescente conflictiva, que mantiene una reserva y una distancia
con los dos: es crítica, curiosa, todo lo observa, lo analiza y saca sus
conclusiones. En medio de esta situación muy equilibrada, aparece un cuarto
personaje, Gabriel, un desnortado joven judío parisino, que lleva a reparar su
viejo Morris al taller de Adam. Aunque ha nacido en Israel, no ha regresado por
razones patrióticas, para alistarse en la guerra o quedarse a vivir en su
patria natural, sino para hacerse cargo de la herencia de una abuela moribunda.
Es un desarraigado sin documentos,
sin casi identidad, pero al ser acogido en el seno de la familia
momentáneamente, actuará de revulsivo en sus adormecidas vidas, casi
sonámbulas, haciendo salir a la superficie sentimientos nuevos y olvidados y emergiendo
las cuestiones de fondo de sus vidas que hasta ese momento no se habían
atrevido a plantearse. Y todo esto va a ir apareciendo alternando las conversaciones
normales de la vida diaria con unos constantes monólogos. Habría también que
hablar de Naím, un árabe del taller, verdaderamente singular que tendrá su
espacio claro en la novela.
Pero
hay más: una profunda exploración al Estado de Israel desde diversos puntos de
vista, de edades y de culturas, las relaciones entre árabes y judíos (él es un
defensor de los dos Estados) y la cuestión siempre presente en aquella sociedad
de la religión y la laicidad y de la identidad de ser judío cuando se proviene
de tantos países y culturas.
La
novela no es fácil; el mismo sistema narrativo no facilita el seguimiento, pero
curiosamente capta la atención y poco a poco, casi sin esperar un desenlace,
que el lector ya atisba que no va a ser claro, se va haciendo muy agradable. Y
está claro que es una narrativa que aunque tenga moldes occidentales, es muy
oriental y por lo tanto siempre singular a la hora de leerla, pero, es
imprescindible para conocer a los novelistas israelíes actuales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario