domingo, 14 de enero de 2018

Lo que queda de nuestras vidas

Zeruya Shalev
Siruela, Madrid, 2016, Págs. 340, TO. The Remains of Love, Trad del hebreo. Gerardo Lewin.

Zeruya Shalev (Galilea 1959) deja con esta novela una muestra de su categoría como escritora. Es la cuarta, precedida por Vida Amorosa (1997), Marido y Mujer (2000) y Théra (2007); todas ellas alrededor de temáticas muy similares: la familia, las relaciones hombre mujer, el sentimiento amoroso y, sobre todo, el alma de la personalidad femenina. En muchos momentos roza el género ensayístico, ya que avanza hipótesis, explora terrenos difíciles de la interioridad e intenta entrar en sentimientos, estados de ánimo y emociones, complicados para ser descritos con precisión y profundidad. La mayor parte de las veces, sale airosa, haciendo reflexionar al que se atreve a leerla, sin buscar un argumento complejo o atractivo. Es explicable que haya recibido el prestigioso premio francés, Fémina Etranger de 2014, otorgado por un jurado de 20 mujeres.

En la novela trata de comprender y explicar los mecanismos que funcionan y cómo funcionan de una
familia normal en Israel, por lo tanto, siempre están condicionados por la historia que han vivido cada una de las tres generaciones que se barajan en el libro. Todo gira alrededor de Hemda Horowitz, enferma terminal internada en un hospital de Jerusalén. Desde ese mirador pasa a examinar su vida. Nada más comenzar se descubre la desesperanza que la ha acompañado siempre y que ahora se ha agudizado, revistiendo de amargura su relato.

Nacida en un Kibutz (igual que la autora), no conoce a su madre y su padre es un hombre extremadamente severo que no sabe inculcarle el más mínimo aprecio ni a él ni a las personas. Desde este primer peldaño se pasa al segundo: un matrimonio con ausencia de amor con un superviviente del holocausto, tan severo y rígido como su padre. Y el tercer peldaño: sus dos hijos, uno, Abner, muy querido y valorado, y otra, Dina, a la que quiso y quiere a duras penas.

La historia discurre a saltos: relatos de la infancia y de la madurez que van saliendo y las historias de los hijos y de los nietos, aparte de una variedad de personajes secundarios. Y como toda historia humana familiar, aparecen el amor y los celos, las rivalidades, los momentos malos y los buenos, pero aquí todo está sazonado por la falta de horizontes, por el egoísmo de los personajes, pero no se juzga, ni se valora desde una perspectiva trascendente, sino que es todo muy plano.

Aunque la situación está relatada en Israel, podría también transcurrir en muchos otros países occidentales, donde se han perdido las raíces y con ellas los valores, y sus componentes están abandonados a la suerte de sus sentimientos y sus frágiles valores humanos. Y todo esto visto y narrado desde una visión femenina, nada sentimental, que permite atisbar un poco más del alma humana.


La novela no siempre es agradable, pero si interesante y exige un cierto esfuerzo, pero su lectura es gratificante ya que no deja al lector indiferente.

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