Seix
Barral, Barcelona (2011) 218 págs. T.o: La délicatesse. Traducción: Isabel
González Gallarza.
David Foenkino (París
1974), músico y licenciado en letras por la Sorbona nos ofrece su cuarto libro:
La delicadeza, novela que ha sido repetidamente premiada en Francia y finalista
de otros tantos premios.
Es la historia de
Nathalie, una mujer singular, pero normal. Enamorada de François, se casa con él,
pero a los siete años muera atropellado cuando hacía deporte. Fueron siete años
muy felices a los que siguió un período negro, depresivo, para Nathalie, en el
que no encuentraba sentido a nada ante la ausencia del ser querido. Parece que
no va a tener fin, pero de nuevo aparecerá el amor, aunque de una forma
diferente, desvanecido en el comienzo y luego intensamente. Esta vez es Markus,
un sueco afincado en París, pero que detesta lo sueco y que forma parte del
equipo de trabajo de Nathalie. El cuadro lo componen dos personajes más:
Charles y Chloè, los personajes negros de la novela, frente al candor y
delicadez de Nathalie y Markus.
Pero todo esto es lo
externo, porque lo realmente valioso es la intimidad de estos personajes que se
va desplegando en toda su riqueza y complejidad, mostrando la incoherencia que
en mayor o menor grado hay en todos los hombres, las dudas, los temores, las
incomprensiones, los malentendidos, etc.
Aunque a veces puede
resultar sentimental, es solo en apariencia, ya que lo que quiere reflejar el
libro es la tremenda lucha interior para domar los sentimientos, huir del dolor
aniquilador en forma de remordimiento, perder el miedo a entregarse a otro y
perderse a sí mismo y conquistar la excelencia. Tampoco faltan los sentimientos
mezquinos, egoístas y torpes y la constatación del vacío que pueden engendrar en
una vida cuando se vive únicamente para sí mismo. Hay palabras que se
intercalan en el texto como delicadeza, ternura, sutileza, que marcan una forma
de narrar que se ajusta mucho a ellas. También hay una idea de fondo: la
necesidad de amar y ser amado y el miedo que todos tenemos a una felicidad
demasiado perfecta, en la que el hombre se siente incómodo porque desconfía de
ella porque no cree que se pueda dar y si se da se puede perder.
En la narración se
intercalan frecuentes textos -unos cortos y otros más largos- desconcertantes,
extravagantes, grotescos, que van desde el valor simbólico y real de los
nombres a una receta del risotto de espárragos, que son como un toque de humos
muy francés.
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