David Foenkinos
Seix Barral, Barcelona, 2012, págs. 283. TO: Les souvenirs, Trad: Isabel
González-Gallarza.
David Foenkinos (Paris 1974) se dio a conocer en
España con La delicadeza (vid reseña en esta misma web), ahora, siguiendo una línea similar se publica otra
novela suya, Los Recuerdos. Las dos tienen un sello intimista peculiar lleno de
humanidad, que recuerda a una tertulia familiar de sobremesa.
Narrada en primera persona, cuenta la historia de
un aprendiz de escritor, empleado en un hotel en el horario nocturno, un tanto
desarraigado de sus padres con los que mantiene un trato distante, pero
amigable. La muerte del abuelo paterno es el origen de toda la historia, ya que
los hijos del difunto deciden ingresar a la viuda en una residencia de
ancianos. El nieto arrepentido de la poca atención que ha prestado a su abuelo,
decide acompañar a la anciana con frecuentes visitas. En esas visitas, marcadas
por el dolor de la abuela que se encuentra desarraigada y que no entiende como
sus hijos le han hecho esto, el nieto busca los medios para hacerla feliz y los
recuerdos van aflorando poco a poco.
Cuando va distanciando las visitas se produce un
hecho sorprendente, la anciana se ha fugado sin dejar rastro, engañando a su
hijo y a su nieto. Comienza así una segunda parte con la búsqueda y el
encuentro de la abuela en las tierras de su infancia donde ha ido a atrapar los
recuerdos felices de aquellos años.
El azar juega un papel
importante, ya que el joven escritor encontrará el amor de su vida y con ella
la felicidad. El final, sin embargo, es para el lector agridulce ya que tendrá
que compartir lo dulce y lo amargo de las relaciones humanas.
La novela plantea muchos interrogantes
en torno a las ilusiones, los planes vitales, la monotonía, la vida matrimonial
y sobre todo, el trato que se da a la vejez en la sociedad contemporánea,
sabiendo incidir en profundidad, con frases cortas, casi sentencias, pero sin
ningún tipo de moralina, sino con un gran sentido común y una visión humana
llena de ternura.
La narración tiene, como ocurrió
en la anterior novela, el sello personal del autor, intercalando pequeños
apuntes biográficos o anecdóticos de personajes variados, famosos o no que van
apareciendo en la novela y que son como notas a pie de página o pequeños
momentos de relax en un relato intenso y así van desfilando desde personajes
célebres como Nietzsche o Scott Fitzgerald, hasta otros auténticos desconocidos.
La lectura es sencilla,
pero estimulante y positiva y sabe captar la atención sobre temas que
aparentemente no tienen ningún interés. Es una novela para tener en cuenta.
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