miércoles, 15 de mayo de 2013

Los recuerdos


David Foenkinos
Seix Barral, Barcelona, 2012, págs. 283. TO: Les souvenirs, Trad: Isabel González-Gallarza.

David Foenkinos (Paris 1974) se dio a conocer en España con La delicadeza (vid reseña en esta misma web), ahora, siguiendo una línea similar se publica otra novela suya, Los Recuerdos. Las dos tienen un sello intimista peculiar lleno de humanidad, que recuerda a una tertulia familiar de sobremesa.
Narrada en primera persona, cuenta la historia de un aprendiz de escritor, empleado en un hotel en el horario nocturno, un tanto desarraigado de sus padres con los que mantiene un trato distante, pero amigable. La muerte del abuelo paterno es el origen de toda la historia, ya que los hijos del difunto deciden ingresar a la viuda en una residencia de ancianos. El nieto arrepentido de la poca atención que ha prestado a su abuelo, decide acompañar a la anciana con frecuentes visitas. En esas visitas, marcadas por el dolor de la abuela que se encuentra desarraigada y que no entiende como sus hijos le han hecho esto, el nieto busca los medios para hacerla feliz y los recuerdos van aflorando poco a poco.
Cuando va distanciando las visitas se produce un hecho sorprendente, la anciana se ha fugado sin dejar rastro, engañando a su hijo y a su nieto. Comienza así una segunda parte con la búsqueda y el encuentro de la abuela en las tierras de su infancia donde ha ido a atrapar los recuerdos felices de aquellos años.
            El azar juega un papel importante, ya que el joven escritor encontrará el amor de su vida y con ella la felicidad. El final, sin embargo, es para el lector agridulce ya que tendrá que compartir lo dulce y lo amargo de las relaciones humanas.
            La novela plantea muchos interrogantes en torno a las ilusiones, los planes vitales, la monotonía, la vida matrimonial y sobre todo, el trato que se da a la vejez en la sociedad contemporánea, sabiendo incidir en profundidad, con frases cortas, casi sentencias, pero sin ningún tipo de moralina, sino con un gran sentido común y una visión humana llena de ternura.
            La narración tiene, como ocurrió en la anterior novela, el sello personal del autor, intercalando pequeños apuntes biográficos o anecdóticos de personajes variados, famosos o no que van apareciendo en la novela y que son como notas a pie de página o pequeños momentos de relax en un relato intenso y así van desfilando desde personajes célebres como Nietzsche o Scott Fitzgerald, hasta otros auténticos desconocidos.
            La lectura es sencilla, pero estimulante y positiva y sabe captar la atención sobre temas que aparentemente no tienen ningún interés. Es una novela para tener en cuenta.

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