lunes, 24 de julio de 2017

El otoño del comisario Ricciardi


Maurizio de Giovanni
Lumen, Barcelona, 2013, Págs. 396, TO: Il giorno dei morti. L´autunno del commissario Ricciardi, Trad. Celia Filipetto

Cuarta y última entrega de la serie de las cuatro estaciones del Comisario Ricciardi. Seguimos en Nápoles, esta vez en la víspera del 1 de noviembre, en pleno otoño: la luminosa y soleada ciudad está ahora cubierta de nubes permanentemente, oscura y la lluvia es la compañera de Ricciardi y del lector.

Cada estación tiene un tipo de crimen adecuado al momento y, ahora, estamos en una estación sumamente desventurada, y ¿hay algo más triste que el cadáver de un niño en unas escaleras bajo la lluvia y solo acompañado por un perro callejero? Es el delito que pide una estación así.

La calidad del autor es patente a la hora de transmitir tanto la sensación que produce el tiempo atmosférico, como el dolor en el alma del comisario. Di Giovanni sabe penetrar en los personajes, en su interior, en sus sentimientos más íntimos. Cada uno se caracteriza a sí mismo, con sus reacciones con sus gestos, delineando muy bien cada persona. Los personaje secundarios también están bien estudiados.

En esta ocasión hay un desarrollo más explícito de los sentimientos amorosos del comisario. Dos mujeres que le quieren: una con poder y que hace todo lo que está en sus manos y más para atraerle hacia ella, otra, Enrica, desde una perspectiva más sencilla y humilde, pero también con resolución sabe ganar terreno. Por otro lado el Comisario que está enamorado de Enrica, pero que trata con generosidad y nobleza a la poderosa.

Y luego la historia. Una historia del Nápoles de la pobreza de los años 30 del siglo pasado, de la mezquindad humana que abarca a todos los estratos, del politiqueo, de la locura. Una historia sencilla, pero que todo se complica porque el Duce va a visitar Nápoles y los superiores del Comisario lo único que desean es tranquilidad para poder preparar todo bien y cumplir su misión política. Ricciardi lo resuelve tomándose unas vacaciones y resolviendo el caso extraoficialmente, aunque Maione, su ayudante, hará el trabajo sucio. Investigando acaba en una parroquia donde el niño era acogido y allí se entera de su nombre y sus actividades y de como es el protegido de una rica dama, la viuda Vezzi, que acompañada por otra señora de la buena sociedad, da clases a los niños

Una historia que no acaba de desvelarse en sus detalles más pequeños hasta el final y que hunde sus raíces en la profunda maldad del corazón humano y las consecuencias de las decisiones equivocadas y de las que se habría podido salir con fortaleza y valentía. Ricciardi que, en esta ocasión, ha perdido su extraña capacidad de ver y oír a los muertos, en un momento dado, lo recobrara pudiendo unir todos los cabos que había reunido pero que no lograba atar para resolver el caso.


Y con esta novela se confirma lo que ya se hizo patente en las anteriores: estamos ante un buen escritor, con planteamientos originales y que ha sabido dar a sus novelas un carácter personal inconfundible

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